VALLE BAJO DE COCHABAMBA, 5 DE JULIO 2023.- Los dirigentes de los productores agropecuarios del Valle Bajo, recogieron la preocupación de sus afiliados con respecto a la realidad lamentable de la producción agropecuaria en la región.
Denuncian la existencia de contaminación, escases de agua, contrabando, bajos precios en sus productos, avasallamientos y sobre todo desatención por parte del gobierno.
Para analizar este y otros problemas de la región, el coordinador de la Federación Especial de Productores del Valle Bajo de Cochabamba que aglutina a los municipios de Sipe Sipe, Capinota, Santivañez, Tapacari, Sicaya anuncia la realización de un ampliado para finales del mes.
Por su parte, a solicitud de los ampliados de Productores Agropecuarios del Departamento de Cochabamba, también se anuncia una Cumbre Nacional de productores a realizarse en Cochabamba.
LA AGRICULTURA FAMILIAR
Según una investigación de Carola Tito Velarde y Fernanda Wanderley, cerca del 98 por ciento de los alimentos frescos que hacen parte de la canasta básica familiar en Bolivia y que no son importados provienen de la agricultura familiar, mientras que poco menos del 2 por ciento de estos alimentos provienen de la economía no familiar, aquella que es entendida como agroindustrial.
Aunque sólo detenta el 67 por ciento de la tierra cultivada del territorio nacional, la agricultura considerada familiar es mayoritariamente indígena y campesina, es intensiva en mano de obra, cuenta con una mayor diversificación de cultivos y representa el 96 por ciento de las Unidades Productivas Agropecuarias (UPA) del país.
Además, la agricultura familiar es fuente de subsistencia para el 95 por ciento de las personas que se dedican al trabajo en el campo boliviano, es decir, la pequeña agricultura familiar de Bolivia, concebida por muchos como un sector “atrasado”, “ineficiente” o “improductivo” es, en términos efectivos, la actividad básica que hace posible la vida humana en Bolivia.
En Cochabamba, considerado uno de los valles interandinos con mayor extensión de tierras cultivables con riego, solo el 22 por ciento del área cultivable cuenta con agua para la producción.
El promedio de extensión del área de las unidades productivas familiares es tan solo de 1,5 hectáreas. Y la mayor parte de los pequeños productores no pueden acceder a ningún tipo de financiamiento para mejorar sus condiciones productivas.
En contraste, las zonas que sí producen alimentos cuentan con malos caminos, muchos de los cuales ni siquiera son accesibles en distintas temporadas del año y, en general, una infraestructura muy pobre.
La posibilidad de producir alimentos está condicionada al despliegue de una gran cantidad de energía humana y animal en condiciones de mucha precariedad, lo que en ocasiones es evidente en los deteriorados cuerpos de quienes trabajan la tierra.
LA AGROINDUSTRIA NO ALIMENTA A BOLIVIA
A diferencia de lo anterior, la agroindustria produce una gran masa de mercancías —a las que se les denomina “alimentos” sin serlo— a partir de un extractivismo rapaz, de la depredación de territorios enteros y de la imposición de un modelo económico que desemboca en espirales de violencia.
La agroindustria, en concreto, ha recibido grandes apoyos en las últimas dos décadas. Desde la subvención del diésel utilizado en el sector, sin la cual no sería competitivo en los mercados internacionales de commodities, hasta el otorgamiento de créditos blandos con recursos de la seguridad social para la refinanciación de deudas antiguas; pasando por una variedad de ofrecimientos desde el gobierno, como la de cambiar la normativa que sea necesaria para beneficiar al sector, y que ha permitido, entre muchas otras cosas, la legalización de la deforestación masiva, haciendo que Bolivia esté entre los 10 países del mundo que más deforestan.