Después de la muerte de JESUS, los discípulos estaban ocultos con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
Es una reacción muy humana. ¿Quién no conoce el miedo?; especialmente en situaciones extremas.
Jesús conocía la fragilidad de sus discípulos. Muchas veces les ha criticado de su fe pequeña y vacilante.
También a nosotros nos conoce: Conoce nuestras fragilidades y nuestra fe. Conoce nuestros miedos y nuestras frustraciones. Conoce nuestras cobardías, nuestros desencantos y nuestras desesperanzas.
El resucitado nos puedes arrancar del pasado de sufrimiento y dolor y ponernos mirando al futuro con esperanza.
Él nos liberará de los miedos que nos paralizan, romperá los esquemas aburridos en los que nos encerramos.
Jesús se pone en medio de nuestra vida y nos dice La paz sea con ustedes
Jesús sabe que la paz no llegará a nuestro pueblo mientras unos y otros sigamos encerrados en nuestras posiciones.
La verdadera paz no se logra cuando unos hombres vencen sobre otros
La paz se logra cuando todos juntos tratamos de vencer las incomprensiones
La paz de Jesús se logra no con agresividades y mutua destructividad que hemos desencadenado.
La paz no llegara si nos empeñemos en no olvidar el pasado que nos duele.
La paz no será realidad entre nosotros sin un esfuerzo amplio de mutua comprensión
La paz no es posible si no somos capaces de introducir el perdón en la dinámica de nuestras luchas.
La actitud del perdón despierta la esperanza y las energías en quien perdona y en aquel que es perdonado.
No es posible dar pasos firmes hacia la paz, desde la violencia, el endurecimiento y la mutua destructividad
La paz surge del amor y el perdón.
Por eso necesitamos recuperar la capacidad de perdonar y olvidar.