En Domingo de Ramos, el Papa Francisco subrayó el grito de Jesús. “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Aseguró a los fieles que Jesús “experimentó el abandono para no dejarnos rehenes de la desolación y estar a nuestro lado para siempre”, para que cuando alguno se sienta “perdido en un callejón sin salida”, pueda tener esperanza.
El pontífice explicó que “el verbo ‘abandonar’ en la Biblia es fuerte; aparece en momentos de extremo dolor: en amores fracasados, negados y traicionados; en hijos rechazados y abortados; en situaciones de repudio, viudez y orfandad; en matrimonios agotados, en exclusiones que privan de vínculos sociales, en la opresión de la injusticia y la soledad de la enfermedad”.
Por ello, el Papa Francisco llamó a los cristianos a cuidar de “tantos ‘cristos abandonados’”, los visibles e invisibles, aquellos “que son descartados con guante blanco: niños no nacidos, ancianos que han sido dejados solos, enfermos no visitados, discapacitados ignorados, jóvenes que sienten un gran vacío interior sin que nadie escuche realmente su grito de dolor”.